Amelia y Arcesio conformaron una familia, como muchas otras en Colombia, de clase media, víctimas de la violencia y de las crisis de la economía nacional y global. Aun así, invirtieron gran parte de sus recursos en la educación de sus hijos, a quienes formaron principalmente en el amor, el perdón, la honestidad, el respeto, la no violencia y el empoderamiento, como bases para la construcción de paz y la resolución pacífica de conflictos.
Nació el 28 de noviembre de 1946 en la finca El Diamante, ubicada en el municipio de Íquira, Huila. Durante 42 años sirvió como docente de su municipio, liderando transformaciones que se tradujeron en el mejoramiento de la calidad de la educación de su municipio.
Víctima de la Violencia bipartidista, cuando era niña huyó del campo, junto con sus padres y sus diez hermanos. Después de este desplazamiento y del despojo de sus tierras, la familia llegó a Yaguará. Al ver la situación del hogar desintegrado, Estanisláa, tía de Amelia, decidió educar a Amelia y a su hermana, Carmelita, con el objetivo de que ellas apoyaran a sus padres y hermanos menores. De esta manera, Amelia recibió en 1962 el título de maestra en Cáqueza, Cundinamarca, en donde se gradúo con honores por su alto desempeño académico.
Inició sus labores como profesora a la edad de 16 años, en las escuelas Santa Ana y Francisco Gómez Quintero del municipio de Yaguará. Amelia se destacó por ser una docente ejemplar, preocupada siempre por la formación integral de los y las estudiantes, inspirando con fundamento en valores, principios y una conducta virtuosa.
Amelia se casó en 1968 con Arcesio García Polanía, formando un hogar de cuatro hijos Víctor Manuel, Luis Arcesio, Javier Francisco y María Mercedes.
En 1992, recibió el título de Licenciada en Básica Primaria en la Universidad Santo Tomás. En 1993, asumió la dirección de la escuela Francisco Gómez Quintero. En marzo de 2002 recibió el título de especialista en Informática y multimedios.
Hasta 2004, ejerció como Rectora de la institución educativa Francisco Gómez Quintero, año en el que se retiró, después de trabajar durante 42 años como docente de su municipio.
Durante su época como rectora, adelantó todas las gestiones y lideró la consecución de recursos para que el plantel se convirtiera en una institución educativa moderna, con amplias instalaciones que ofreciera formación integral, desde preescolar hasta secundaria.
Amelia murió de un infarto fulminante el 3 de enero de 2005, a la edad de 59 años. En el año 2006, por iniciativa de la comunidad educativa, gracias al Acuerdo Municipal No. 023 del Concejo Municipal de Yaguará, se le asignó al plantel el nombre de Institución Educativa Amelia Perdomo de García, en honor de quien fuera una docente ejemplar y directora visionaria.
Amelia creía en el empoderamiento femenino como fortaleza fundamental para el desarrollo de las sociedades y de los hogares. En este sentido, promulgaba la importancia de la independencia económica de las mujeres, fundamentada en la educación, para la toma adecuada y libre de decisiones que favorecieran su propio desarrollo, y el de los niños, niñas y adolescentes en los hogares. De su tía, heredó la creencia de que las mujeres no debían dedicarse a las labores del hogar, sino estudiar, trabajar y tener sus propios medios para desarrollar sus capacidades.
Amelia era una líder, una mujer poderosa, paciente y amorosa, con una inmensa capacidad para enseñar, escuchar, educar y perdonar.
Como líder, siempre creyó en las infinitas capacidades del ser humano, incluyendo a los y las docentes, y a los niños, niñas y adolescentes. Trabajó siempre desde sus valores: el amor, la compasión, y un sentido profundo de igualdad. Casi dos décadas desde su fallecimiento, los y las yaguareñas recuerdan a la profesora Amelia con cariño y admiración, porque durante sus 42 años de servicio a la educación de Yaguará puso todo su empeño, entregando todas sus capacidades y liderazgo a la transformación de su municipio.
Nació el 8 febrero de 1940 y falleció el 18 de enero 2018.
Dedicó gran parte de su vida a las labores del campo, como agricultor y ganadero. Propietario de la parte baja de la finca Tortugas, heredada de su padre José Elías García, sembró arroz, sorgo y algodón, utilizando sistemas de riego por bombeo, y crio ganado cebú. Fue uno de los finqueros que tuvo que vender sus tierras para la construcción de la Hidroeléctrica Betania, pues sus tierras fueron parte de las 7.400 hectáreas que inundó el embalse.
Habiendo perdido sus tierras, durante muchos años, administró la finca conocida como La Pista, propiedad de su hermana Liria García Polanía. Allí, fue reconocido por su capacidad para administrar trabajadores, recursos e insumos, generando grandes rendimientos. Reconocido por su honestidad y trabajo, cumplió siempre con su palabra en los negocios y pagó cumplidamente sus deudas.
Siempre creyó en la educación de sus hijos como única forma de progreso y, por eso, invirtió la mayor parte de sus ingresos en la formación universitaria de todos ellos. También apoyó a Amelia para brindarles educación a dos de los hermanos, Luis Ángel y Elí.
A finales de los 80s, decidió comprar una finca en el Juncal, en el municipio de Palermo, para retomar su trabajo como cultivador de arroz. A pesar de su experiencia y las buenas cosechas, la aceleración de la apertura económica por parte del gobierno neoliberal de César Gaviria arruinó a los cultivadores del sur del país y tuvo que vender todo lo que tenía para pagar sus deudas con los bancos.
Con el fallecimiento de Amelia en el 2005, la vida de Arcesio se acabó en vida. Nunca volvió a ser el mismo. Estuvo 13 años de su vida padeciendo enfermedades hasta que falleció el 18 de enero 2018.
Fue siempre cumplidor de su palabra; creía profundamente en la igualdad de todas las personas, en el respeto y en la importancia de la familia; hombre honesto, leal, justo y generoso con las causas sociales, benefactor del ancianato de Yaguará, dedicado a su trabajo del campo. Formó un equipo con Amelia y juntos se constituyeron en un esfuerzo común, una empresa de amor, perseverancia, cariño y sacrificio. Ninguno de los dos tuvo la oportunidad de tener una gran educación, ni habían viajado por el mundo, pero sí tuvieron una visión muy clara de cómo educar a sus hijos y sacrificarse para que ellos tuvieran un mejor futuro.
Amelia y Arcesio heredaron a sus cuatro hijos una empresa de amor, educación, perseverancia y trabajo honesto. Esta empresa fue su mejor herencia y es el fundamento de APG, Paz & Reconciliación, entidad que exalta los valores y la construcción profunda de la paz, la felicidad y la resolución pacífica de conflictos, haciendo un énfasis especial en el apoyo integral a las familias, la protección de los niños, niñas y adolescentes, la formación en valores, la inclusión, el liderazgo femenino, el empoderamiento y la transformación de las personas.
Actualmente, APG cuenta con tres centros de conciliación, arbitraje y amigable composición avalados por el Ministerio de Justicia y del Derecho en las ciudades de Bogotá, Barranquilla y Puerto Colombia. Así mismo, esta entidad está ejecutando proyectos de fortalecimiento de los mecanismos de resolución de conflictos y la justicia restaurativa en Cauca, Putumayo y Nariño, en el marco del Programa Justicia Inclusiva de USAID. Hasta el momento, APG ha firmado convenios con 17 entidades a nivel internacional, en todo Iberoamérica para promover la resolución pacífica de conflictos y la inclusión en la región. Finalmente, APG está formando a 45 mujeres víctimas del conflicto armado en El Salado, El Carmen de Bolívar en convenio con Mujeres Unidas del Salado, de ONU Mujer, para implementar el Diplomado “MARÍA: Resolución de conflictos, una estrategia de fortalecimiento del tejido social y construcción de paz desde las voces de las Mujeres.
© 2022 Paz y conciliación, All Rights Reserved | Terms of Service | Privacy Policy